“Soltero y cuarentón, que suerte tienes ladrón”. Preguntamos a 200 hombres españoles de entre 35 a 50 años y aparece un miedo común.

Sin querer dar carácter científico a este muestreo, cabe destacar que se pone de relieve una corriente de opinión que está empezando a romper tópicos.

La creencia preliminar era que los hombres no querían contraer matrimonio o vincularse con una pareja de modo estable por miedo a perder su libertad, a asumir mayores responsabilidades, etc. Es el caso de Beethoven que por miedo al matrimonio abandonó al gran amor de su vida quedándose solterón.

Aparentemente esta opinión se mantiene hasta los 30 o 40 años, pero después surgen otros temores.
El resultado ha sido sorprendente, pues el 52% de los consultados han coincidido en que no valoran lo suficiente su libertad como para renunciar al “amor de su vida”, si este apareciese. Tampoco temen a los gastos porque la mujer actual cada vez es más independiente económicamente, por lo que no supone un mayor gasto.

¿Entonces cuál es la razón?
La razón es el miedo a poder estar sexualmente a la altura y que ello pueda ocasionar la infidelidad femenina. El hombre actual de entre 35 y 50 años acepta, aunque con reticencias, la libertad sexual de la que actualmente disfrutan las mujeres, pero tienen miedo a que les sean infieles una vez que están con ellos. Saben que si descubriesen una infidelidad tendrían que romper la relación, lo que causaría muchos problemas, tanto a la pareja como a sus hijos.

El temor es tan grande que hemos recopilado respuestas que reproducimos, aunque puedan herir susceptibilidades, pero que reflejan el modo de pensar de algunos hombres. Las encuestas no pretenden valorar, sino recoger opiniones. Destacamos las siguientes:

  • “Ya me engañó una vez, la perdoné y me dijo que no volvería nunca... a los pocos años ha vuelto a hacerlo, se excusa en que estamos pasando una crisis”.
  • “A partir del tercer año, cuando la relación empieza a hacer aguas, las mujeres no se sienten comprometidas a guardarte fidelidad, dicen que solo hay fidelidad mientras hay amor”.
  • “Uno ya no es un chaval de veinte y al primer gatillazo te mandan a comprar viagra, pero al segundo se buscan un ayudante … No se conforman con una relación sexual insatisfactoria”.
  • “La demanda sexual de la mujer moderna es tan exigente que un solo hombre no basta”.
  • “Mi compañera no para de comprar consoladores y me dice que es mi culpa …”. “Tengo pánico a las enfermedades venéreas, y no lo digo por mí …”.
  • "¿Cómo me puedo fiar de una mujer que ya ha estado casada y me reconoce que puso los cuernos a su marido?. ¿Qué garantías tengo de que no me va a hacer lo mismo conmigo en cuanto empiece a aburrirse?".
  • “Nuestras madres aguantaban cuando nuestros padres ya no podían, ahora la que puede se divorcia.”.
Estos temores no deben interpretarse como un reflejo machista, todo lo contrario. El hombre actual ha asumido la libertad de su compañera, pero los temores que en otra época eran propios de las mujeres, hoy lo son de los hombres, y reaccionan del único modo que saben, dando un paso atrás. Tiene miedo a que su pareja les abandone y se lleve a los hijos, tienen miedo a no poder estar al nivel sexual que demanda su pareja.

Tienen miedo a la gran libertad de la que disfrutan las mujeres, lo que podría facilitar la infidelidad. Ante estas situaciones se preguntan ¿qué gano y que pierdo casándome?. A partir de los 35 años el hombre ya se ha acostumbrado a vivir solo, a arreglar su casa, y le cuesta cambiar su forma de vida. El hombre actual no precisa tanto a una esposa “ama de casa” como lo necesitaba su padre. La mujer actual sabe de cocina lo mismo que él: nada.

Desde tiempos históricos el hombre ha impuesto un machismo exagerado, limitando la libertad sexual de las mujeres para garantizarse la paternidad. A los años mil las aguas vuelven a su carril, y cuando la mujer ha recuperado su libertad sexual, el hombre vuelve a tener los mismos temores. Lo malo es cuando el temor es a perder el hijo y de paso la vivienda que legalmente podría pasar a la esposa o compañera, la imposición de una pensión, y lo peor, que el hijo se críe con otro.

Ante esta situación, la encuesta concluye con un sí a las relaciones, pero hasta un límite de compromiso. Superado este límite prefieren romper la relación y buscar una nueva. Concluye un encuestado con un refrán que lo resume todo: “soltero y cuarentón, que suerte tienes ladrón”.

Es muy difícil ser constantemente el mismo hombre. Séneca