La palabra Pigmalión viene de un personaje mitológico de la antigua Grecia donde un hombre no encontró la perfección en una mujer, por lo tanto, hizo una escultura y se enamoró de ella. 


El efecto Pigmalión es el proceso por el cual las expectativas o creencias que depositamos en una persona, modificarán su comportamiento haciendo que cumpla dichas expectativas.

Digamos que es como una programación, donde se le repite a una persona de manera constante una cualidad, habilidad, característica, etcétera, y puede ser positiva o negativa, tanto que la persona lo cree y se cree como le dicen que es. 


Los primeros Pigmaliones buenos o malos son nuestros padres, que nos empiezan a educar, de manera en la que ellos nos dicen que esta bien y que está mal, que debemos hacer y como hacerlo, por lo tanto nos van formando a su manera y a su forma de ver la vida, es nuestra responsabilidad ya de adultos, tomar las cosas buenas y desaprender las no tan buenas y buscar nuestra propia felicidad.


Pregúntate cuales fueron los primeros pigmaliones buenos y malos que te empezaban a decir tus padres o tutores, son frases clave y que quedan sembradas en nuestro cerebro, si te dijeron que eras inteligente o que eras un “burro” por tus bajas calificaciones, o te dijeron que eras inquieta, gordita, loca, platicona, llorona… creo que la mayoría que recordamos son las negativas en lugar de las positivas, por que por lo general lo negativo impacta más que lo positivo. 

Después de nuestros padres o familiares, vienen los maestros que se atreven a dar adjetivos calificativos negativos a los alumnos que no tienen buenas calificaciones o su rendimiento académico no es el mismo al de los otros, al menos estos son los que yo recuerdo más, de maestros de matemáticas donde no ha sido mi fuerte, me dijeron que era como un cangrejo que en lugar de ir hacia delante iba hacia atrás, es extraño por que hasta que me preguntaron si tenía algún profesor que me hubiera dicho algo así, fue cuando lo recordé y reconocí que había sido algo que lo llevaba desde segundo de secundaria. 

Qué importante lo que le decimos a nuestros hijos, a nuestros padres, a familiares, amigos, colegas, gente que nos topamos a diario, la responsabilidad de nuestras palabras que al calificar y dar un juicio podemos marcarla de por vida, así de importante son nuestras palabras,  etiquetas que ponemos a las personas desde nuestra trinchera sin saber muchas veces por lo que están pasando.

A partir de que entendí esto, trato a diario de tenerlo presente y cuidar mis palabras ya que se que muchas veces he sido el Pigmalión malo de otras personas, por lo cual me arrepiento y tomo la responsabilidad, pero también busco ser un buen Pigmalión para las personas que comparten mi entorno, no tan sólo con conocidas si no con cualquier persona que me topo, que me atiende, aunque estas no actúen de buena manera conmigo. 

Te invito a que te unas y seas de los pigmaliones buenos, que reconozcamos que una buena sociedad y un buen país empieza por nosotros mismos y que si deseamos el bien, tendremos el bien, que si nos va bien como sociedad, viviremos bien, es una gran responsabilidad y sobretodo para tomar conciencia de las palabras que utilizamos para referirnos a nuestros hijos y parejas. Reconozcamos las cosas buenas y las malas, pero las malas tratémoslas con cuidado, con respeto y amor. 

Te dejo una frase de Von Goethe, para concluir. 

Trata a una persona tal y como es, y seguirá siendo lo que es; trata como puede y debe ser y se convertirá en lo que pude y debe ser.
W. Von Goethe.

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